Como defensor de los derechos humanos, me preocupa profundamente la tendencia de los jugadores de fútbol de renombre a mudarse a la liga árabe en busca de contratos multimillonarios. La marcha de Cristiano Ronaldo, Benzema, Neymar y una larga lista de jugadores del primer nivel han sido los que ha copado las cabeceras de la ventana de fichajes de esta liga. Esta elección, que prioriza la riqueza sobre los valores fundamentales de la humanidad de los que estos últimos han presumido, es imperdonable e incomprensible al menos desde mi parte.
La lucha por los derechos humanos se basa en la convicción de que cada individuo merece respeto, dignidad y la oportunidad de vivir en un mundo donde se protejan sus libertades fundamentales. Es una batalla constante contra la opresión, la explotación y la desigualdad. Por lo tanto, resulta desconcertante ver cómo algunos jugadores de fútbol, con el poder de influencia global que poseen, optan por enriquecerse a costa de ignorar las preocupantes cuestiones de derechos humanos que rodean a la liga árabe.
La liga árabe ha sido objeto de controversia debido a las persistentes preocupaciones sobre los derechos laborales y las condiciones de trabajo de los migrantes que construyen las infraestructuras para los eventos deportivos y las ciudades en la región. Se han documentado numerosos casos de explotación, trabajo forzado y condiciones de vida precarias para estos trabajadores. Resulta indignante que los jugadores de fútbol, que podrían aprovechar su influencia para abogar por un cambio positivo, elijan, en cambio, aumentar la aura de leyendas alrededor de esta liga, desviando la atención de las cuestiones críticas. Si bien es cierto que esta liga, a base de billetes se esta convirtiendo en posiblemente una de las mejores ligas del mundo, no comenzara nunca a ser un producto atractivo debido a todo lo que rodea y como se ha conseguido el dinero para esos fichajes. La acumulación de riqueza, especialmente en magnitudes estratosféricas, nunca debe ser el propósito central de una vida significativa. Valorar el dinero por encima de los principios éticos y humanos muestra una desconexión con la realidad que muchas personas enfrentan en todo el mundo. La riqueza puede brindar comodidades y oportunidades, pero no puede reemplazar la satisfacción y el significado que provienen de contribuir a un mundo más justo y equitativo.
Los defensores de los derechos humanos se esfuerzan por crear un mundo en el que cada individuo sea tratado con igualdad, sin importar su origen, género o posición económica. No se trata simplemente de aceptar la realidad tal como es, sino de desafiar las injusticias y trabajar hacia un cambio positivo. En este contexto, la elección de algunos jugadores de fútbol de glorificar y contribuir a una liga que podría estar comprometida con violaciones de derechos humanos envía un mensaje equivocado y perjudicial a las generaciones futuras.
Arabia Saudita es una nación rica en recursos naturales y tradiciones culturales, pero también tiene un historial de violaciones de derechos humanos. El gobierno saudí ha sido criticado por su supresión de la libertad de expresión, su trato a los trabajadores migrantes y su trato a las mujeres y las minorías religiosas.
- Libertad de expresión y represión de la disidencia
El gobierno saudí ha reprimido la libertad de expresión y ha perseguido a los disidentes. Activistas, periodistas y blogueros que critican al gobierno o expresan opiniones divergentes enfrentan amenazas, detenciones y juicios injustos. La desaparición del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul en 2018 es un ejemplo de la brutalidad con la que el gobierno saudí trata a aquellos que desafían el régimen.
- Derechos de las mujeres y discriminación de género
Las mujeres en Arabia Saudita enfrentan muchas restricciones. Deben obtener la aprobación de un «guardián masculino» para realizar muchas actividades, incluido viajar o casarse. A pesar de algunos avances, como permitir que las mujeres conduzcan, la igualdad de género sigue siendo una batalla cuesta arriba en el país.
- Pena de muerte y ejecuciones públicas
Arabia Saudita tiene una de las tasas de pena de muerte más altas del mundo. Las ejecuciones a menudo se llevan a cabo de manera opaca y en violación de las normas internacionales. Además, las ejecuciones públicas siguen siendo una práctica que genera horror a nivel mundial. La falta de un proceso judicial transparente y justo para muchos acusados de crímenes capitales ha sido fuente de alarma y condena.
- Trato a los trabajadores migrantes
Arabia Saudita depende en gran medida de la mano de obra migrante para llevar a cabo diversos sectores de su economía. Sin embargo, los trabajadores migrantes a menudo enfrentan abusos laborales, explotación y condiciones de trabajo inhumanas. Se han documentado casos de confiscación de pasaportes, salarios no pagados y condiciones de vida deplorables para estos trabajadores.
- Libertad religiosa y derechos de minorías
La libertad religiosa en Arabia Saudita está restringida principalmente a la interpretación del islam wahabí, la versión dominante de la fe en el país. Las religiones no islámicas a menudo son tratadas con desprecio y discriminación. Las minorías religiosas y étnicas enfrentan restricciones en sus prácticas religiosas y pueden ser objeto de discriminación sistemática.
Por supuesto no me voy a meter en la tesitura de como los derechos LGBTIQ son aplastados por un régimen que incluye la pena de muerte para las personas de este colectivo.
El valor de una vida no puede medirse en cifras monetarias. La verdadera grandeza reside en las acciones que tomamos para mejorar las vidas de los demás y construir un mundo más justo. Para mí, es inconcebible que algunos jugadores de fútbol elijan ser parte de una narrativa que prioriza el dinero sobre los derechos humanos. En lugar de contribuir a la consolidación de estas leyendas, insto a los jugadores a considerar el impacto real y duradero que sus decisiones pueden tener en la sociedad y en la causa que muchos de nosotros consideramos tan importante.
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